¿Alguna vez ha pasado por tu mente la pregunta de, cuál es el futuro del dinero? Si reflexionamos un poco, sobre como hacemos ahora la mayoría de nuestras transacciones, nos damos cuenta de que cada vez en menor medida usamos físicamente monedas o billetes, ahora usamos tarjetas con chips electrónicos y hasta nuestros propios teléfonos celulares. Para vislumbrar algo sobre el tema, es necesario que echemos un pequeño vistazo al origen de esa institución social, el dinero.
En el momento en que alguien quiso canjear un bien por otro para obtener un beneficio, al cual se le llamó trueque, se sentaron las bases para dar origen a la creación del dinero.
El objetivo del trueque fue acceder a lo deseado por medio de un intercambio indirecto, pero al paso del tiempo se presentaron ciertos limites, es decir, no sólo tenía que encontrarse a alguien que quisiera lo que uno ofrecía, sino que a su vez, hubiese correspondencia con lo que uno buscaba, y en las cantidades adecuadas, para, en efecto, realizar el canje: una “doble coincidencia de necesidades”. Así, surgió la imperante necesidad por controlar y medir el intercambio de bienes y servicios, utilizando ciertas mercancias, ya sea las más negociables o las más deseadas, y por ello las más aceptadas por la mayoría o por todos. Con el paso del tiempo, las mercancías que obtuvieron la más alta negociabilidad en el mercado fueron el oro y la plata, que a su vez fueron cambiando su calidad, peso y forma, para facilitar las transacciones.
Lejos, parecen estar aquellos tiempos de la primera moneda, la cual, la mayoría de los historiadores concuerdan que fue acuñada alrededor del siglo VII A.C. por los Lidios, un pueblo asentado en las cercanías de la hoy Turquía, en donde ya se acuñaban con técnicas de martillo, pequeños lingotes y monedas de “electro”, una aleación natural de plata y oro, y en donde cada moneda, poseía ya la marca de la autoridad emisora.
Como vemos, el dinero, monedas y billetes, surgieron de una manera evolutiva, no como un invento de alguien ni con la explícita intención de echarlo a andar como tal. Pero, hasta hace relativamente poco tiempo, la historia sobre este tema ha comenzado a cambiar debido al ambiente digital que nos rodea y que ha terminado por permearlo todo o casi todo.
Nuestra aventura digital comienza en el año 2008, cuando Satoshi Nakamoto (pseudónimo de su autor o autores), publicó un artículo sobre seguridad informática y criptografía que cambiaría nuestra percepción milenaria sobre el dinero, y es que, en dicho artículo, Nakamoto sembró la semilla inicial de lo que después sería conocido como “Criptomoneda” o “Moneda Virtual”. En sus inicios, el sueño fue contar con una moneda intangible que fuera utilizada para hacer compras únicamente a través de Internet.
En el citado artículo, Nakamoto sentó las bases de lo que serían los principios sobre la aparición de una nueva y revolucionaria forma de intercambio digital de moneda, que después serían llamadas “Bitcoins”. Su origen, es hoy en día todavía un misterio, inclusive hay quienes especulan sobre su “coincidente” aparición poco antes de la llamada “Burbuja Inmobiliaria” del 2009, ya que algunos suponen, que el mismo Bitcoin terminará quizás en lo que muchos llaman ya una “Bitburbuja”.
Los elementos esenciales del proceso propuesto por Nakamoto se basan sencillamente en lograr una certificación, al menos entre dos personas, sin la necesidad de que un tercero tenga que arbitrar dicha certificación, es decir, un principio que subyace en los Bitcoins, es que, para este tipo de nuevas monedas virtuales, la certificación la realiza toda una red de servidores o computadoras conectadas a nivel mundial, y no un Banco centralizado. En principio, la iniciativa del Bitcoin busca, entre otras cosas, liberar al mundo de un sistema bancario internacional regido por unos cuantos.
Existen numerosas ventajas que los inversionistas de todo tipo ven hasta ahora en el Bitcoin, basta como ejemplo saber que, en el 2009, la paridad entre un bitcoin y el dólar Norteamericano era de aproximadamente 700 bitcoins por un dólar, pero en el 2017, un solo bitcoin valía el equivalente a 20,000 dólares, un aumento en su valor nada despreciable, como para tomarlo en serio como una moneda de cambio, muy digna de considerar.
Este tipo de dinero virtual usa la criptografía para controlar su creación, es decir, el uso de algoritmos complejos y programas matemáticos en computadoras veloces y muy potentes, que utilizan técnicas de cifrado o codificado avanzado. El sistema completo está diseñado y programado para “arrojar” o generar un número fijo de bitcoins por unidad de tiempo, a través de computadoras con características técnicas muy especificas, o servidores llamados “miners” o mineros (una nostálgica analogía con la fiebre del oro en el viejo Oeste, allá por mediados del siglo XIX).
Para muchos, los bitcoins son poderosos por sí mismos, y a la vez, son una pieza maestra de la programación y la criptografía (o como Bill Gates lo ha nombrado: “una hazaña tecnológica”). Pero vayamos por partes, cómo se fija el precio, su valor, y cómo es que ha evolucionado esta moneda virtual, por más intangible que la consideren algunos.
Los billetes y monedas que tu y yo podemos traer en los bolsillos, tal como los conocemos hoy, no son más que trozos de papel (billetes) y aleaciones con forma circular (monedas) sin valor propio o de manera intrínseca, y ni siquiera representan ya su valor en oro. Dichos instrumentos de valor creados a través de la historia, están avalados y certificados únicamente por entidades emisoras o bancos centralizados. Y son precisamente dichos bancos centrales o casas de moneda, quienes tienen la tarea tanto de regular como de controlar la política monetaria en un país o región determinada, y además tienen la encomienda de crear y producir monedas y billetes, de acuerdo a la demanda y necesidad de contar con dinero físico, o bien en su modalidad electrónica.
Ahora bien, el precio del bitcoin, de manera generalizada, va de la mano con la oferta y la demanda. Su precio, lo determina todo aquel que participe en su proceso de compra o venta, en otras palabas, sus usuarios, y con ello, se determina el precio del bitcoin. Imaginemos por un segundo, los tratos o arreglos entre dos personas cualquiera, una propone un precio determinado y si la otra, entre negociaciones y regateos, está dispuesta a aceptarlo, entonces se hace la transacción. Este tipo de negociaciones podrían hacerse inclusive en plena calle, y de hecho, en muchos lugares del mundo, así suceden a diario. Pero, en un universo digital como en el que vivimos, este tipo de intercambios o regateos digitales ocurren en plataformas online diseñadas y optimizadas para ello. Dichos espacios virtuales de transacciones se conocen como “Plataformas de Bitcoin Trading”. Hay decenas de ellas, y a menudo surgen más, tales como: OkCoin, Kraken o Poloniex, por citar algunas.
En las mencionadas plataformas de “trading”, no existe la obligación de comprar un bitcoin completo, ya que puedes comprar fracciones de uno, ya que 1 bitcoin está compuesto de 100 millones de “céntimos” (o “satoshis”).
En estas circunstancias, cuando otra oferta de venta coincida con la tuya, automáticamente, se hará la transacción. Esta operación de compra – venta hace, solo en esa plataforma, que el precio del bitcoin se fije al precio del intercambio realizado.
El escenario que acabamos de describir, es el mismo proceso en el que se realizan transacciones para todas las materias y productos que existen a nivel mundial. Y ocurre hasta millones de veces al día, a veces, con grandes variaciones y fluctuaciones.
Es importante recordar que el sistema del que estamos hablando, está programado para generar un número fijo de bitcoins por unidad de tiempo a través de los citados servidores llamados “miners”. Así, a partir de 2017, se emiten 12,55 bitcoins cada diez minutos, aunque dicho número está programado de forma de que reduzca a la mitad cada 4 años. La producción continuará hasta el año 2140, cuando se alcance el tope de 21 millones de unidades en circulación.
Ahora bien, para acceder y usar esta criptomoneda, es necesario al menos instalar un software en la computadora o en nuestro smartphone, que funcionará como una “alcancía” o “monedero” virtual, y el cual será capaz de generar una dirección bitcoin, a través de la cual se podrá enviar o recibir bitcoins de otros usuarios. Es importante recordar que el envío de bitcoins es casi instantáneo, y cualquier operación puede ser seguida, rastreada o monitoreada en tiempo real. Los cambios de dueños con dicha moneda resultan en una transferencia entre dos direcciones bitcoin, públicas, aunque anónimas. En este sentido, para garantizar la seguridad de toda la red de usuarios de bitcoins, las transacciones son aseguradas utilizando una serie de complejas criptografías de “candados” o “llaves”, dado que cada cuenta dispone de un candado público y otro privado.
Como nuestros lectores habrán notado hasta este punto, la mayor parte de todo el sistema de bitcoins, elementos de producción, almacenamiento, transferencias y monitoreo están regidos por algoritmos, programas de cómputo, ecuaciones y computadoras con un alto nivel, tanto de procesamiento como de almacenamiento, lo cual convierte al proceso en su conjunto, en un ente digital e intangible, difícil quizás de aterrizar en nuestro espacio físico y real.
Sin embargo, desde sus inicios, los bitcoins hallaron su camino hacia nuestro mundo. De hecho, el primer precio de un bitcoin en la historia fue determinado por una transacción entre particulares, y no entre magnates o banqueros de alto linaje. Esto ocurrió el 22 de mayo del 2010, en el foro BitcoinTalk, donde el usuario “Jercos” decidió comprarle con su tarjeta de crédito dos pizzas al usuario “Laszlo” a cambio de 10,000 bitcoins (BTC), posiblemente con una tasa de cambio de 1BTC = $0.003 USD.
Y de esta manera, la sencilla transacción que involucró solamente a dos pizzas, sirvió como detonante para arrancar un proceso acelerado de revalorización. En aquellos días, los entonces poseedores de bitcoins se dieron cuenta de que podrían acceder a bienes o servicios con sus actuales criptodivisas, hasta ese momento sin valor económico, dejando patente que Bitcoin, definitivamente si tenía la capacidad de convertirse en lo que su ideólogo y creador, Satoshi Nakamoto, había propuesto: un sistema financiero mundial alternativo y mejorado.
A fin de cuentas, el precio del bitcoin llegará hasta donde la gente esté dispuesta a pagar por él ya que, como se ha explicado, los bitcoins vienen determinados por la confianza de sus usuarios, así como también por la oferta y la demanda en los mercados de intercambio. Hoy en día, muchas tiendas y compañías de servicios aceptan bitcoins en nuestro país como medio de pago, tales son los casos de Dell, Shopify, Amazon México, Librerías Gandhi, Airbnb, Expedia, CheapAir, Pademobile, entre otros.
Pasando ahora a la esfera legal y de protección, entendamos que el código abierto que dio origen a los bitcoins, se basa en sus raíces en códigos abiertos de programación, es decir, en programas que no son de propiedad exclusiva de ninguna empresa en particular, ni están restringidos para su uso abierto, técnicamente hablando. En general, la mayoría podría llegar a creer que el término “libre” hace referencia al hecho de adquirir un software de manera gratuita, pero más que eso, esa libertad se refiere al poder modificar la fuente del programa sin restricciones de licencia, ya que en ocasiones muchas empresas de software encierran su código, ocultándolo, y restringiéndose los derechos a sí misma, pero para el caso de los bitcoins, su manantial de creación es de dominio público, y se encuentra íntimamente relacionado con las llamadas “blockchains”.
En este sentido, la palabra “Blockchain” hoy en día genera confusión ya que en general se tiende a creer que únicamente se trata de la tecnología que permite el funcionamiento de las Bitcoin.
Para entender estos conceptos, recordemos que las monedas virtuales son una realidad que hoy en día permite a los usuarios entre muchas otras cosas, evitar a las entidades bancarias para realizar muchos tipos de operaciones financieras. En otras palabras, no hace falta utilizar los medios tradicionales para hacer inversiones y/o movimientos en cualquier moneda virtual, sólo resulta necesario registrarse en una de las plataformas diseñadas para ello y así poder acceder a la compra de estas monedas virtuales y enlazarla con una tarjeta de crédito o cuenta bancaria.
En esencia la tecnología de “Blockchain” es algo parecido a un libro de contabilidad a través del cual toda transacción queda registrada en el sistema, y en donde cada transacción puede ser accedida por cada uno de los usuarios de una plataforma que utiliza dicha tecnología Blockchain. Recordemos que el acceso a los datos se hace de manera anónima, en donde los usuarios son identificados con direcciones compuestas de 30 o más números que cada usuario puede elegir y tiene la posibilidad de revelarse o quedar anónimo. De esta manera, cada transacción queda permanentemente grabada en la base de datos ya que son ligadas a otras transacciones (de aquí deriva el nombre “chain”, “cadena”), y puede ser encontrada en la plataforma para los otros usuarios a través de algoritmos que permiten la búsqueda de dichas transacciones (siempre de forma anónima). En el mundo de los Bitcoins, la tecnología “Blockchain” se usa para visualizar las transacciones de manera segura en una base de datos encriptada, para la seguridad del propio sistema y así evitar el “double spending” o doble gasto (es decir, cuando un usuario malintencionado intenta gastar sus bitcoins con dos destinatarios al mismo tiempo).
Sin embargo, no todo lo que gira alrededor de las “Blockchain” son monedas virtuales, un sector en el que las “Blockchain” recientemente ha tenido particular éxito es en la industria musical. En dicho sector del entretenimiento, las “Blockchain” actúan como sistemas de registro de transacciones dentro del cual la información es distribuida a través de una amplia red pública (algo similar como en las bitcoins). Un artículo de Sarah Pérez en la página de TechCrunch del 26 abril del presente, cuenta cómo Spotify está intentando resolver su problema de remuneración a los artistas a través de una plataforma que utiliza la tecnología “Blockchain”, en donde dicha plataforma se ha llamado “Mediachain Labs”. En su artículo Sarah Perez nos platica cómo el año pasado la plataforma sueca solucionó el conflicto que tenía con la National Music Publishers Association (NMPA– entidad de gestión colectiva estadounidense) en relación con las licencias mecánicas, en sustancia regalías no remuneradas. Una licencia mecánica otorga los derechos de reproducción y distribución de composiciones musicales que están protegidas bajo cierta figura de Propiedad Intelectual para su uso privado (compensación por copia privada). Estos derechos permiten el uso de composiciones musicales en CDs, LPs (vinilos), cassettes y en ciertas plataformas digitales. En pocas palabras, faltaba una base de datos que permitiera un control sobre el número de reproducciones musicales que hacían los usuarios de una manera segura y transparente. Al final, el conflicto se resolvió con un pago por parte de Spotify de aproximadamente 30 millones de dólares a la entidad estadounidense.
Por otro lado, la octava compañía de Internet más grande de todo el mundo, Baidú, acaba de lanzar en abril de este año una aplicación para proteger la propiedad intelectual de las fotografías que circulan en la red. Su aplicación llamada “Totem” no es otra cosa que un archivo fotográfico desarrollado con la tecnología de contabilidad distribuida (Blockchain) que utiliza la cadena de bloques para almacenar en ella los datos personales del autor de cada obra, así como la fecha y hora de captura. Esta información está contenida en la página web del proyecto. Con esta iniciativa, el equipo pretende dar apoyo a denuncias de infracción de propiedad intelectual y también hacer que el trabajo de cada artista sea rastreable en todo momento, incluso el realizado antes del lanzamiento de la plataforma. La plataforma estará dirigida a fotógrafos, calígrafos, pintores, diseñadores y cualquier tipo de persona que cree imágenes originales, quienes podrán solicitar su admisión siempre y cuando no hayan infringido los derechos de autor y de propiedad intelectual en ningún momento, y cumplan con ciertos estándares de calidad de “Totem”.
Y las aplicaciones en distintas esferas del quehacer humano no se detienen. En el mes de enero de este año, otra importante compañía, Kodak, anunció el lanzamiento de una plataforma “blockchain” para administrar también la propiedad intelectual de fotografías. Este lanzamiento tuvo como consecuencia el aumento de un 100% en las acciones de la empresa estadounidense.
Como hemos podido comprobar a través de nuestro pequeño viaje digital, las monedas virtuales y la tecnología tipo “Blockchain”, han llegado para quedarse al menos un buen tiempo entre nosotros, gracias a sus altos niveles de criptografía y seguridad informática. En este sentido, las aplicaciones en los mundos financieros y de propiedad intelectual, empiezan ya a dar sus primeros frutos. En los próximos años, sin duda, seremos testigos de la revolución que apenas comienza a nuestro alrededor.